A la hora de la tarde en el Cenáculo de amor augusto fue la despedida; en esa tu mirada, en tu latido la historia universal se estremecía. Bajaste hasta los pies de los discípulos, donándoles tu amor en diaconía; así también vosotros, mis amigos, el uno al otro daos vuestra vida. Tomad, comed mi cuerpo, pan sabroso, bebed el rojo vino, sangre mía; sellados de poder para el servicio, ministros sois de amor y Eucaristía. Y luego mi Señor oró a su Padre, cual Sumo Sacerdote se ofrecía; por ellos ruego, oh Dios, oh Padre mío: conságralos a ti por mi agonía.